El poder de la imagen personal y el rol del asesor

La ropa nos define y nos hace sentir seguros. La forma en la que elegimos construir nuestros looks cotidianos, comunica. Por eso, cuando se nos presentan dudas, el asesor de imagen debe ofrecer las herramientas necesarias para la construcción de un guardarropa inteligente que ayude a lograr y alcanzar nuestras metas personales y profesionales. ¿Te imaginas qué hubiera pasado si la Cenicienta hubiese ido al baile vestida de harapos y rodeada  de ratones?

¿Por dónde empezamos?

Comenzamos por preguntarnos cómo queremos que los demás nos vean y para ello, es clave pararnos en el aquí y ahora: dónde trabajamos, cómo estamos en este trabajo (¿aspiramos a un ascenso?), cómo es nuestra vida personal: fuimos madres hace poco, tenemos hijos adolescentes, estamos atravesando una separación, necesitamos ubicarnos en otro país o provincia, cómo nos llevamos con nuestro cuerpo,…

Esta pregunta (y tantas otras) son formuladas por el asesor de imagen en la entrevista inicial. Su rol, por momentos terapéutico (casi de hada madrina, retornando al ejemplo de la Cenicienta), ofrece contención y soluciones. Sos la única pasajera de tu próximo viaje, por lo tanto, de nada sirve tener las valijas preparadas y el ticket emitido, si no sabes a dónde querés aterrizar

Estilo vs Costumbre

En más de una sesión de asesoramiento, cuando consultaba ¿qué te pones para ir a…? la respuesta era siempre la misma “No sé. Voy con lo de siempre. Pantalón así, camisa asá, los zapatos de todos los días, accesorios no tengo”. 

Cuando el acto de vestirse cada mañana se convierte en un hábito que responde a una necesidad social primaria, eso es una costumbre y no un estilo definido. Por lo tanto, la consolidación del estilo personal se logra trabajando con un asesor de imagen al lado.  Este profesional de escucha activa, empático y con muchas ganas de ayudar entiende qué necesita la persona que tiene delante.

A su vez, esta persona, está concientizada de su necesidad de verse mejor, o sea, sabe que algo no está bien, y además tiene las ganas y la voluntad de cambiar, busca un asesoramiento y se siente preparada para escuchar qué cosas debe cambiar y qué cosas debe potenciar. Cuando eso sucede el 50% del trabajo del asesor está garantizado. Porque de nada sirve dar un consejo a alguien que no tiene la voluntad de cambiar. 

La persona que se viste por costumbre reincide una y otra vez en los mismos errores: desconoce los tipos de prendas que mejor le quedan, ignora los tricks & tips de estilismo, así como también los colores que le quedan mejor y la ayudarán a potenciar sus virtudes y ocultar sus defectos.

Cada vez que estamos dialogando con otra persona, ésta, inconscientemente, recibe los mensajes que transmitimos con nuestro cuerpo. Esto sumará o restará a lo que dicen nuestras palabras. No solo es importante ser conscientes de nuestro lenguaje corporal, sino también, ser conscientes de lo que éste transmite.

Es altamente satisfactorio generar un cambio positivo en el otro y sin duda, quien me contrata valora mucho mi honestidad y franqueza. Ser amable y directa a la hora de decir que sí y que no queda bien, para tal o cual ocasión, me ayudó a posicionarme. Es mentira que un asesor de imagen llega para “tirarte todo lo que tenés en tu closet, así como así”, llega para ayudarte a tener un armario lleno de básicos y de elementos sorprendentes que las ayudarán a salir de la monotonía y les permitan la construcción sostenible de su imagen y la afirmación de su identidad.

Desde mayo de 2013, en la Conferencia Internacional de AICI, desarrollada en Phoenix, Estados Unidos,  todos los 23 de noviembre los asesores de imagen celebramos nuestro día. Así que… chin-chin

Por Paula Mogg

Cambio de temporada | Detox de guardarropa

¿Cuántos de los que están leyendo esta nota saben exactamente la cantidad de prendas que habitan en su guardarropa? No sólo a título de inventario: dos remeras blancas, tres negras, cuatro camisas, dos jeans,… Sino como una real toma de consciencia de lo que tiene y cómo lo viste.

Porque cuando nos damos cuenta de que sólo usamos el 30% de nuestro vestidor, ya que la media de uso de una prenda es de siete veces, antes de ser descartada, necesitamos imperiosamente modificar nuestros hábitos de consumo. 

¿Por dónde empezamos?

 El primer paso del detox de guardarropa es elegir un cajón, estante o perchero para analizar una a una las prendas que habitan en él. Esta metodología saludable les ahorrará tiempo y energía, especialmente porque el reencuentro con cada prenda despierta un sinfín de emociones: “me lo regaló mi ex”, “ya no entro en este vestido”, “esta camisa me la compré, la pagué carísima y jamás la usé”, y seguramente, a cada uno de ustedes, se le vendrán a la cabeza otros ejemplos.

Para que una prenda se quede en el closet tiene que ser una prenda girl  scout. ¿A qué me refiero? Tiene que ser una prenda “siempre lista”, es decir, tiene que estar en condiciones de pasar de la percha a tu cuerpo sin necesidad, siquiera, de plancha. Este tipo de prenda pertenece a tu estilo personal, a la paleta de colores que mejor te sienta y a tu tipo de cuerpo actual. Aquí los tres pilares fundamentales para que una prenda se quede dentro de tu closet.

Superada esta instancia, ¿qué hacemos con lo que no va?

Las prendas OUT pueden ser donadas, intercambiadas, re-versionadas y vendidas. Es importante que todo aquello que decidas donar esté en condiciones: limpio y clasificado, para que llegue a manos de los que realmente lo necesitan.

Ahora que muy lentamente podemos volver a reunirnos, hagamos de los encuentros un punto de reunión e intercambio de pilchas. Las swap parties pueden ser temáticas y exclusivas de: zapatos, accesorios, libros, ropa de fiesta, ¡cada anfitrión establece las reglas! Es importante asegurarse un mix de estilos, talles y colores para que cada uno de los invitamos se lleve algo. Por lo tanto, también van a necesitar tener bolsas extras para que cada uno pueda poner sus “compras” en ellas.  ¿Conocían esta alternativa sustentable con el planeta y amable con el bolsillo?

La re-versión de las prendas tiene su grado de dificultad, especialmente para las que son poco habilidosas con el hilo y aguja o impacientes por ver cómo luce recién iniciada la transformación. Con el modelo de economía lineal en decadencia, hacer que circule es tendencia. De esta manera, el concepto de upcycling o reutilización pretende alargar la vida útil de las prendas, eliminando los desechos textiles que se generan por el sólo hecho de usar y tirar cuando nosotros creemos no va más.

La venta de ropa en boutiques de segunda mano y vestidores online pasó de ser una solución sustentable a convertirse en un ingreso extra para muchas. El secreto está en ser organizada y prolija: tomar buenas fotografías, compartir las medidas de la prenda,  el tipo de tela y fijar un precio atractivo de venta.

Ahora, y con la solución delante de los ojos ¿cómo vienen con el desapego emocional?

¿El desapego!? Sí, mi querido lector, no crea que yo iba a hacer todo por usted. Para que este detox funcione, voy a necesitar de su parte. ¿Qué lo llevó a tener tantas prendas y accesorios? Aún así, ¿Por qué siente que no tiene qué ponerse? ¿Utiliza su ir y venir  al shopping como terapia o pasatiempo? ¿Qué vacío emocional está llenando?No necesitan compartir sus respuestas. Simplemente les recomiendo analizarlas, con mucho cuidado y objetividad. Sean sinceras y no se castiguen. Esta búsqueda introspectiva le permitirá afrontar lo cotidiano sin quedarse flotando en la dificultad. Recuerden, no tiene más el que más tiene sino el que lo sabe combinar (de una y mil maneras posibles) 😉

Por Paula Mogg

Moda lenta: lo que necesitás saber para consumir y vestir a consciencia

Algunos consumidores empezaron a modificar sus hábitos de compra a partir del desarrollo de un nuevo vínculo con su ropa. Los míos fueron inculcados desde pequeña; ya que tuve la suerte de tener abuelas que diseñaron una parte muy importante de mi guardarropa y, aunque renegaba con cada prueba, ese gesto creció conmigo y me permitió apreciar mucho más el trabajo artesanal y pausado que se logra con cada puntada.
Como asesora de imagen y embajadora sustentable asumo el compromiso de promulgar, en mis charlas y asesorías, el hábito de vestir lento, ya que somos lo que vestimos. De esta manera, algunos comenzaron a producir y consumir la etiqueta de moda sustentable, otros de moda vegana, moda ecológica hasta de moda orgánica. Cada una tiene sus características y saber diferenciarlas es la antesala a la compra inteligente.

¿Qué es la moda lenta?


La moda lenta nace como respuesta a las necesidades fluctuantes de las personas. No es lo opuesto a la moda rápida o fast fashion. Simplemente ofrece un enfoque diferente en el que productores, distribuidores, diseñadores, compradores y consumidores son más conscientes del impacto que tienen los productos del vestir en las personas y el medio ambiente. También se la conoce como slow fashion, su concepto está basado en la calidad y su incidencia directa con el tiempo dedicado al producto. Esta velocidad más lenta da lugar a relaciones diferentes entre los diseñadores y productores, los fabricantes y las prendas de vestir, la ropa y consumidor.


Susana Saulquin, licenciada en Sociología por la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), especializada
en Sociología del Vestir, en su libro La muerte de la moda, el día después explica: “el consumo
máximo voraz y perpetuamente insatisfecho que alimentó la sociedad de masas parecía haber
tomado al vestido como uno de sus objetivos preferidos, por su posibilidad de efímeros cambios y
su parentesco con la necesidad de parecer. El objeto de consumo no es la materialidad del vestido
en sí, organización eficaz de formas, colores y texturas que solo responden a las necesidades y
satisfacciones. El objeto del consumo es el signo del vestido, o sea esa forma eficaz de relación
entre las personas y aquello que se ponen para cubrirse”.

Con la crisis del petróleo, en 1973, el desequilibrio y la reestructuración de las finanzas mundiales se abre el juego a nuevas formas integradoras de la imagen. Las personas pasaron a comprar vestidos que no necesitaban y mucho menos querían, pero que eran necesarios usar para poder parecer. Parecer joven, sensual, delgado, consumista, poderoso económicamente, exitoso, actual, poder ser comprendido de manera fugaz e instantánea.
Hoy, en la era de la información, ese deseo creado artificialmente muta hacia un deseo real.
¿Realmente lo necesito? ¿Tiene que ser nuevo o puede ser usado? Y si lo necesito nuevo es importante volvernos curiosos a la hora de observar las etiquetas para analizar al detalle cómo se hizo nuestra ropa: tejidos naturales vs fibras sintéticas, trabajo seriado vs trabajo artesanal, comprárselo al diseñador de la esquina o en un portal online de “vaya uno a saber de qué parte del mundo viene”.

¿Sustentable o sostenible?

La diferencia entre ambos la explican muy bien Miguel Ángel Gardetti y María Lourdes Delgado Luque en su libro Vestir un Mundo Sostenible. Sustentable implica que se puede sustentar o defender con razones. Mientras que sostenible, especialmente en economía y ecología, se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al ambiente. De esta manera, una marca puede presentar una línea sustentable desarrollada a partir de descartes textiles por ejemplo, pero no necesariamente ser una marca sostenible.
Kosiuko presentó su línea Wear With Conscience, prendas creadas con consciencia ambiental y aunque la marca no se identifica como sustentable plantea su mejor versión a partir de asumir el
compromiso a convertirse en una marca lo más responsable posible, tomando mejores decisiones para minimizar su impacto ambiental.

Ecológica, orgánica y vegana ¿son lo mismo?

En lo que respecta a la moda ecológica el acento está puesto en producir prendas y otros objetos de moda que no son perjudiciales para el medio ambiente. La diferencia principal con la moda orgánica es que la ecomoda además controla que los productores respeten las condiciones de trabajo de las personas que las confeccionan.
Mientras que la moda vegana queda definida por el hecho de que las telas y los materiales que se usan no provienen de origen animal. Sin embargo, no garantiza que las prendas sean sostenibles, ecológicas o provengan de comercio justo.

Tomar consciencia y adquirir conocimientos nos han llevado a dar un paso más, al encuentro de soluciones sostenibles que abarcan desde la compra de prendas de segunda mano o vintage a cosernos nuestra propia ropa.
Por lo tanto, la próxima vez que sientas la necesitad de salir de shopping: primero revisá tu placard. Después, buscá proveedores amigables con el medio ambiente y prendas con múltiples usos y como dicen mis ECOBOLSAS “No compres porque se viene, comprá porque te conviene”.
Nos vemos en la próxima nota.

Por Paula Mogg