Cada primer miércoles de mayo se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental Materna. Y aunque no suele ocupar grandes titulares, es un tema urgente. Porque detrás de la imagen idealizada de la maternidad, hay muchas mujeres sosteniendo mundos internos que duelen, que se esconden, que no se nombran.
Hablar de salud mental materna no es exagerar, no es victimizarse, no es quejarse. Es, sencillamente, decir la verdad. Y para muchas, esa verdad incluye momentos de soledad, ansiedad, tristeza, culpa, frustración y agotamiento extremo. Yo estuve ahí. Y mucho de eso que no se dice, lo escribí en No te dejes para después, mi primer libro. Porque me cansé de la idea de que todo tiene que estar bien. De sentir que nadie hablaba de lo que realmente ocurre puertas adentro. Aprendí —a través de mi propia experiencia— que no alcanza con “poder con todo”. Que sostener sin sostenerse es una fórmula que, tarde o temprano, termina por rompernos.
La maternidad como ruptura y renacimiento
Cuando nace un hijo, también nace una nueva identidad en nosotras. No es una transformación suave ni inmediata. Es una ruptura. La vida que conocíamos cambia por completo: el cuerpo, la rutina, las prioridades, las relaciones, el deseo, el tiempo, el silencio. Y en medio de esa transformación, muchas veces esperamos de nosotras mismas una perfección inalcanzable. Esperamos estar felices, disponibles, pacientes y fuertes. Pero la realidad es que ser madre no nos hace menos humanas. También sentimos miedo, cansancio, enojo y tristeza. Necesitamos espacio, contención y respiro.
Lo que no nos dijeron (y necesitamos empezar a decir)
Durante mucho tiempo creí que la maternidad venía con un manual de instrucciones incorporado. Que si me organizaba lo suficiente, si amaba lo suficiente, si era lo suficientemente buena, todo iba a salir bien. Pero la maternidad real no es lineal, ni predecible, ni justa con nuestros tiempos internos.
No me lo dijeron, pero lo aprendí:
- Que es normal sentirse abrumada.
- Que llorar no significa que no puedas.
- Que pedir ayuda es un acto de valentía.
- Que tener un mal día no te hace mala madre.
- Que también necesitamos que nos cuiden.
Cuidarnos no es egoísmo, es responsabilidad
Hablar de salud mental materna es hablar de prevención, de vínculos, de comunidad. No se trata solo de evitar enfermedades como la depresión posparto, sino de crear condiciones reales para que las madres puedan sostener sin dejarse al margen.
Por eso en No te dejes para después escribí con honestidad. Porque muchas veces la autoexigencia, el mandato de estar para todos y el silencio nos van alejando de nosotras mismas. Y un día, sin darnos cuenta, nos perdemos en la lista interminable de pendientes. Cuidarnos no es opcional. Es una parte fundamental del cuidado a los demás. Porque no podemos dar lo que no tenemos, ni sostener cuando estamos vacías.
Hacer espacio para lo que sentimos
Hoy, en este día tan necesario, elijo sumar mi voz para que más madres puedan decir en voz alta lo que sienten sin culpa, sin vergüenza, sin miedo. Para que sepamos que no estamos solas. Que hay otras del otro lado que también dudan, que también se caen, que también están buscando cómo volver a sí mismas.
Desde este espacio que nació como un puente entre madres, quiero invitarte a hacer una pausa. A revisar cómo estás. A darte un lugar.
Porque tu salud mental importa. Porque vos importás. No te dejes para después.